Siento que en algunos momentos que tus huesos afilados y tus abrazos en la mañana harán que de alguna manera ya no fume 20 cigarros diarios.que no le tema a los tenedores, a los sonidos de los platos y a los olores de cocinería. Que las puntas de tu pelo mojado corroerán las pocas ganas de tipear cuando quiero esconderme u olvidarme. O temer ser olvidada.
Y a veces la luz que he visto en tu lugar penetrará los poros de mi cuerpo que por la noche se cierran. Y ahora abrir una cortina en la mañana, recibir un chorro furioso de amarillo.blanco hípico en el pecho de a poco quemará la nube negra que tragué quen sabe donde.
Me pego en el humo de quizás el penúltimo de mis cigarros escritos y veo futuros en las hondas de nicotina, imaginarios personales de una incertidumbre que me quita el sueño. Mi no.seguridad me permite y me cede los espacios para cuestionarme todo lo que puedo, lo que no y todo lo que quiero y lo que no quisiera también.
En tus espacios se esfumaron los taxis a media noche de departamentos desconocidos, de botas negras encima de una lavadora, de películas de mentira, de sexo seco doloroso y sin ese orgásmo llorado cuándo te veo tan cerca. Te veo. En estas, nuestras rutinas, se regenera la piel, se queman las falsas promesas de animales sin alma, de extraños sin formas, de solubles rellenos de soledades y desamores míos, solo míos.
Le sigo temiendo a ese espejo gigante de la entrada, ése que reflejará mi maleta en tú tiempo, al reflejo del nuevo...
solo del nuevo. Ese nuevo que no quiero denominar.
De las nuevas maletas y de la nueva ropa que verás en una pieza que limpiaste, que evaporaste, que ahora estará ocupada por... Sí. Por mi y mis rayos, mis esporádicas soledades y mis furiosas rupturas. Y te atreves más que yo, porque mi amor es en secreto hacia tus ojos. Mi amor que es en códigos hacia tu espalda cuando no estás viendo que te miro mientras duermes, porque yo también lo hago. Y cierro los ojos cuando los abres porque sabes que estoy despierta.
Ya no podrás decirme que temo huír. Ya no podrás decirme que temo a lo que amo. Sí puedes encerrarme y gritarme que no soy dueña de la vida y que los miedos son libres de partir en algún momento.
Y a veces la luz que he visto en tu lugar penetrará los poros de mi cuerpo que por la noche se cierran. Y ahora abrir una cortina en la mañana, recibir un chorro furioso de amarillo.blanco hípico en el pecho de a poco quemará la nube negra que tragué quen sabe donde.
Me pego en el humo de quizás el penúltimo de mis cigarros escritos y veo futuros en las hondas de nicotina, imaginarios personales de una incertidumbre que me quita el sueño. Mi no.seguridad me permite y me cede los espacios para cuestionarme todo lo que puedo, lo que no y todo lo que quiero y lo que no quisiera también.
En tus espacios se esfumaron los taxis a media noche de departamentos desconocidos, de botas negras encima de una lavadora, de películas de mentira, de sexo seco doloroso y sin ese orgásmo llorado cuándo te veo tan cerca. Te veo. En estas, nuestras rutinas, se regenera la piel, se queman las falsas promesas de animales sin alma, de extraños sin formas, de solubles rellenos de soledades y desamores míos, solo míos.
Le sigo temiendo a ese espejo gigante de la entrada, ése que reflejará mi maleta en tú tiempo, al reflejo del nuevo...
solo del nuevo. Ese nuevo que no quiero denominar.
De las nuevas maletas y de la nueva ropa que verás en una pieza que limpiaste, que evaporaste, que ahora estará ocupada por... Sí. Por mi y mis rayos, mis esporádicas soledades y mis furiosas rupturas. Y te atreves más que yo, porque mi amor es en secreto hacia tus ojos. Mi amor que es en códigos hacia tu espalda cuando no estás viendo que te miro mientras duermes, porque yo también lo hago. Y cierro los ojos cuando los abres porque sabes que estoy despierta.
Ya no podrás decirme que temo huír. Ya no podrás decirme que temo a lo que amo. Sí puedes encerrarme y gritarme que no soy dueña de la vida y que los miedos son libres de partir en algún momento.