miércoles, junio 11, 2008

Eres nadie y tus ojos azúles me quitan el sueño, eres nadie y el café me ha durado una semana, el reloj ha vivido más que yo, los cigarros no los siento. Eres nadie y yo acá esperando en la nada la luz histérica del teléfono, nadie y tu voz atrapa la mía, se corta, palidece, pierde fuerza, incoherente.

Eres nadie y escribo y duermo por las tardes, nadie y me acompañas en el camino, nadie y te siento en el hombro como la muerte. Como las últimas palabras del que agoniza se repiten una y otra vez, hora tras hora, ecos de alguna gotera que dejé pasar. Nadie y te escondes tras mis párpados cuando intento dormir.

Eres nadie, plano, ausente ..
nadie y me llenas
nadie y me tiemblan las manos
Nadie. Todo sediento de mi o de cualquiera que se te licúe en las manos.
Nadie que dispersa pertenencia de los espacios, que entra e ilumina, que calma en la estadía, que angustia en las partidas, que me despeina en la ausencia ..

miércoles, junio 13, 2007

Recordé la primera vez que supe de ella:

Eran como las 2 de la madrugada y yo estaba en la salita de estar, en el computador haciendo nada, de repente sentí un ruido y pensé que se había puesto a llover, miré por la ventana pero no vi nada, entonces bajé la música para escuchar las supuestas gotas, pero en cambio escuché, “no puedo ahora, están todos arriba”, fue peor que la lluvia supongo, sentí cómo se me quemaba algo dentro, sentí el miedo de cuando te asustan por la espalda. Lo supe todo y no quería saber nada, quise eliminar la intuición del diluvio, quise entrar a gritarle o entrar a interrumpir el romance, a ponerlo incómodo o correr y gritarlo, sentí tanto miedo de lo que era, quería decirle a todo el mundo que me había enterado que mi papá tenía una amante, pero no quería que nadie supiera, yo no quería saber.

¡Puta! pensé, ¡perra! ¡perra! ¡perra! ¡perra!, ¡basura!, ¡la voy a matar! ¡maraca hija de puta!, repetí un montón de veces y me sobé la cara muchas más, me solté el pelo, me rasqué el cuello y me piqué las manos con las uñas, se me infló la garganta, se me hincharon los ojos y salieron un par de lágrimas como pruebas de jeringas. Sentí pánico, se me congelaron los pies, no sabía si pararme o quedarme sentada, y como en la muerte se me pasó toda la vida por delante, pero se detuvo ahí, conmigo, ahí mismo. Me metí al baño y me lavé la cara, me miré en el espejo, sentí náuseas, sentí unas náuseas horribles y vomité, me apreté el estómago y cerré la puerta, me tapé los oídos y aún así escuchaba el murmuro lejano de una conversación telefónica que se soñaba a sí misma como ajena a todos, cerré los ojos con fuerza para verificar si estaba despierta, pensé en haber estado dormida, en que todo era un sueño, intenté que así fuera pero la realidad era inaplazable , tiritaba y nunca llovió.

Bajé rápido a la cocina a prender el califont y mi mamá me dijo: ¿A esta hora te vas a bañar?, “Sí, es que hace mucho frío”, dije. Si hace frío no debería llover pensé, ¡cómo va a llover! ¡¿Por qué pensé que iba a llover?! ¡Nunca debí haber pensado algo así! y la música estaba bien, todo estaba bien. ¡Por qué bajé la música! ¡Por qué estaba en el computador a esa hora! ¡Me habían dicho que me fuera a dormir! Eran tantos porqués que en el fondo tenían tantas razones: tenía que saber, ¿por qué esta vida es tan cara dura?

Mientras me duchaba pensaba en cómo sería la próxima vez que le viera la cara a mi papá, había pasado tanto en tan poco tiempo y en tan poco espacio, y había pasado tanto de nuevo y pensé tanto en él, en ella, en todos, en la casa, en el auto, en los perros, en las bolsas del supermercado apiñadas todas en la puerta el día domingo en la mañana, pensé en ellos dos, en mi mamá y él en el patio a lado de la piscina en febrero, ella con su revista y su amplio sombrero de ala, él con sus señas infantiles y ella pensando en él, él invitándola al agua y ella pensando en él y en la deuda de la casa. Vi a mil por hora la casa nueva sin el patio pavimentado ni el canil de los perros, vi cuando se abrazaron el año último año nuevo, sus sonrisas anchas y las fotos, tantas fotos, putas fotos todo sería un poco más fácil sin ellas. Pensé en el día siguiente y en el día después de ése y me arrodillé bajo el chorro de agua caliente, no todo se fue por el desagüe. Como a un cuadro húmedo que le cae agua, todo se desvaneció, el diluvio de los colores.

Salí de la ducha mojando todo con el pelo, no me lo lavé, sólo se mojó y ni siquiera me preocupé de secarlo, abrí la puerta... “Tan tarde te estas duchando hija”, me dijo él, ¡Puto! pensé, ¡Eres una mierda! ¡asqueroso! “Sí, es que hace frío, parece que va a llover” le dije, “no creo que llueva hija”, me dijo, ¡qué sabes tú ahora! pensé, ¡tú no sabes nada, no eres nada! ¡no sabes nada no eres de mí no eres de nadie no eres nadie no eres nada!, volví a pensar.

“Cuando llueve hace menos frío” dijo, “Y sécate ese pelo que te vas a resfriar, ¡ah! y baja esa música que me voy a dormir”.

Me quedé ahí, en la puerta del baño, con la toalla, él bajó la escalera y mi mamá le dijo que se abrigara, que hacía frío, que quizás mañana llovía.

Se apagó la luz, se apagaron todas las luces.

viernes, septiembre 22, 2006

Suelo recordarte cuando dejo la toalla húmeda en el piso del baño, cuando se me queda abierta la puerta del refrigerador o el domingo en la mañana cuando el panorama más entretenido era acompañarte a donde tu quisieras ir, sin importar donde, eras tú y yo. Yo y todo lo que quiero ser, yo y tus historias y tus poemas y tus tragos y tus recuerdos de bares añejos, de noches negras... tan parecidas a las mías.

Eres tan igual a mi.

Hoy te vi, tenías el pelo más corto, las cejas más largas, los ojos como siempre amarillos igual que parte de tu barba y dientes por todas las cajetillas de cigarros de tu vida. La misma chaqueta, el mismo olor, la sonrisa caída, el cansancio a cuestas, cargado, triste como siempre, adolorido, herido como un venado pequeño. Y olí como siempre la pena y la sentí mucho antes de que me saludaras. Recordé tu casa vieja, tu refrigerador vacío, los platos sucios y tu cama deshecha, tu máquina de escribir y los kilos de hojas de roneo escritas, algunas amuñadas, arrojadas en cualquier parte menos en el basurero. Recordé la botella de wishky, tu teléfono antiguo, el polvo de tus muebles, todo sucio y despreocupado como tu, tu cámara fotográfica, el periodista en ti, mis ganas de ser. El precio de una infancia que mata en la mitad, de la vida a patadas, de piedrazos en la espalda, sí, tu vida dura.

Y caminamos... Abusando de las vitrinas, del aire del centro, miraba tus pies, tus pies porque no siempre logro verte la cara, porque siempre pienso en ti cuando estoy contigo. Recordando, recordando cosas, golpes, gritos, palabras a la fuerza, bailes. Y hoy, hoy me viste llorar, como lloro siempre, pero como nunca lo habías sentido, y estábamos solos y no había nadie más y no tuve escapatoria y no supe que guardar. Nunca como antes vomité palabras pensando en nada y en todo lo que no quiero pensar. Contándote que las cosas piensan por mi, mientras yo no quiero sentir nada... Y me miraste... y te vi tan claro y cerré los ojos para que no doliera más, para no seguir contando las horas de tu partida, y cerré los oídos para no escuchar tu silencio, el mutismo artístico en el que sueles caer cuando la vida te golpea, cuando mi vida te cae en las manos.

Cerré la puerta para que no te llevaras lo que me trajiste por horas. Cada paso, cada segundo era un abandono y no pude inventar la manera de detener el tiempo, abrazarlo, atraparlo, gritarle que no sigan corriendo los minutos, porque no quiero que te vayas de nuevo. No me des la vida si me la quitas, no armes esa maleta en mi cara ni cuentes los libros que has leído ante mis ojos impávidos, ante mis brazos tiesos con miedo de abrazarte. No me sigas recordando lo mucho que te admiro, lo tanto que te amo, la falta que me haces, lo dolorosas que son las noches sabiendo que no estas en el primer piso leyendo y tomando o fumando y tomando antes de dormir, escuchando jazz, jugando con tus bigotes mientras yo veo desde la escalera en una esquina como repiensas tu vida, como evalúas tus años, como te crecen las manos, como las mías se hacen más pequeñas a tu lado.

Y yo estaba ahí, cuadras atrás, con los ojos empañados contemplando una vez más como mi padre se va.

lunes, julio 24, 2006

Lucas


Siento que en algunos momentos que tus huesos afilados y tus abrazos en la mañana harán que de alguna manera ya no fume 20 cigarros diarios.que no le tema a los tenedores, a los sonidos de los platos y a los olores de cocinería. Que las puntas de tu pelo mojado corroerán las pocas ganas de tipear cuando quiero esconderme u olvidarme. O temer ser olvidada.

Y a veces la luz que he visto en tu lugar penetrará los poros de mi cuerpo que por la noche se cierran. Y ahora abrir una cortina en la mañana, recibir un chorro furioso de amarillo.blanco hípico en el pecho de a poco quemará la nube negra que tragué quen sabe donde.

Me pego en el humo de quizás el penúltimo de mis cigarros escritos y veo futuros en las hondas de nicotina, imaginarios personales de una incertidumbre que me quita el sueño. Mi no.seguridad me permite y me cede los espacios para cuestionarme todo lo que puedo, lo que no y todo lo que quiero y lo que no quisiera también.

En tus espacios se esfumaron los taxis a media noche de departamentos desconocidos, de botas negras encima de una lavadora, de películas de mentira, de sexo seco doloroso y sin ese orgásmo llorado cuándo te veo tan cerca. Te veo. En estas, nuestras rutinas, se regenera la piel, se queman las falsas promesas de animales sin alma, de extraños sin formas, de solubles rellenos de soledades y desamores míos, solo míos.

Le sigo temiendo a ese espejo gigante de la entrada, ése que reflejará mi maleta en tú tiempo, al reflejo del nuevo...
solo del nuevo. Ese nuevo que no quiero denominar.
De las nuevas maletas y de la nueva ropa que verás en una pieza que limpiaste, que evaporaste, que ahora estará ocupada por... Sí. Por mi y mis rayos, mis esporádicas soledades y mis furiosas rupturas. Y te atreves más que yo, porque mi amor es en secreto hacia tus ojos. Mi amor que es en códigos hacia tu espalda cuando no estás viendo que te miro mientras duermes, porque yo también lo hago. Y cierro los ojos cuando los abres porque sabes que estoy despierta.

Ya no podrás decirme que temo huír. Ya no podrás decirme que temo a lo que amo. Sí puedes encerrarme y gritarme que no soy dueña de la vida y que los miedos son libres de partir en algún momento.

sábado, julio 15, 2006

The Forgotten Girl


No creo que sean muchos los olvidados, no al menos los que suelen reír por las noches y volver tarde. No al menos los que deciden juntarse y sí olvidados son los que se duermen antes para no sentir. Olvidados quizás por querer ser olvidados o por sentirse solos, desolados y fríos, cuando se supone tanta gente recordándo y extrañándolos.

Los olvidados que prefieren abstraer el alma en el preciso momento en que deben hablar. Entonces vuelven al paraíso que han creado, con pequeños hombrecitos y princesas de plasticina tóxica en un cartón que cabe bajo la cama. Volver y esconder la cabeza como las avestruces en una tierra que supuestamente no los vio nacer cuando las lágrimas son más grandes que la cara. Vuelven y toman fotografías de cosas que solo ellos comprenden y que quienes no los han olvidado pueden comprender o simplemente gustar. No están muertos pero no mentiremos y muchos quisieran estarlo.

Y los olvidados chocan con las paredes y rompen lo que no creen que sirve y tiran el alma al suelo y la pisotean para que alguien la recuerde, para que nadie se olvide y vea la sangre de aquellos que han sido desterrados.

viernes, julio 07, 2006

Reprobé


Gracias a lo que pude haber sido sin ésto. Sin Colon con Capitanía. Sin la enfermedad. No sé si sin lo que soy. Haber sido otra ¿Haber aprobado?

De lo que fue hoy es lo mismo y de lo que pudo haber sido no ha cambiado. De lo que confiaban no fue y de la desgracia hubo hasta salir por un: sabes que no diste mucho. De los que confiaban todos cayeron y muchos creyeron. Y me ayudaste y fallé, y te fallé y te exigí y no me exigiste y no hubo respuesta, y fumaste y noches en vela y no dormir y no dormir y no dormir.

Hubiese querido, y decir que hubiese podido es correcto también, sin los fantasmas, sin las noches pensando en las cosas en las que un psiquiatra quiere reparar.

Hubiese querido escribir, si ahora no quisiera dormir.
No más palabras, no más consuelos y las ganas de no ser lo que soy hoy no sé si han cambiado. Tampoco se si las cosas que veo hacia atrás cambien, tampoco se si quiero que cambien.

Y ella se raja el cierre de la chaqueta y trata de ordenar papeles de esfuerzo que se fueron al carazo por las pocas posibilidades de ser quien nació.

sábado, julio 01, 2006


Ya se:
No estoy sola y todo saldrá bien. Es algo cognitivo ¿Es algo pasajero?

¡Pero yo lo sigo viendo! No vengas a mi con tu mundo de velos y mariposas. No me aconsejes como aconsejarías a cualquiera. No me restrinjas la benzo. ¿Y te duele cuando te pido que no me toques? Cuando te recuerdo que a los 17 me dijeron que esto era contagioso. Y sí te duele cuando en la noche me hago un feto desechado...y cuando hablo de tiempos que nos harán mejores personas. Separadas. No me cuides el humo.

Yo me quiebro los espejos y yo solo se cuando...nada se. Y no prometo ser como cuando algo extraño anda por mis venas. Y no prometo dejar de querer probar la heroína. La heroína del cuento, de tu cuento. ¿La droga? decide tú.

¿Y si lloro y si te siguen gustando los besos de la flaca? Y si...

No es tan así. Lo crees todo. Entonces hazme creer que sí - que aquí debo estar - que es el norte - que vendrás cuando te vas - que las esperas no serán eternas - que no es contagioso. Créame

Entre las cosas que carezco
ahora lamento no ser mejor dibujante
y no hacer justicia a tu silueta.
Mejor te saco fotos
mejor te esculpo con mis manos
mejor te escondo entre mis brazos

Y hazlo y extirpa y tira dale fuerte a mi mano que busca debajo de la cama. Y corta la otra mano que atraviesa la pared. Esa que me toca cuando no estás, cuando no está el poder de tus 55 kilos y de tus manos andrógenas

Si te presto mis ojos por un segundo
verías el cielo y
quizás entenderías porque me sudan las manos cuando te acercas.

Y si me los das te quedas en blanco ¿Y yo? Yo ya no me veo más.
Yo solo te espero en la paciencia, en la radiografía de una habitación cansada.