domingo, marzo 19, 2006


Desde la húmeda esquina del pasaje apresuró sus pasos para que la tormentosa lluvia de la ciudad no empapase su chaqueta por completo. Ni su alma
Ni su pelo
Ni sus sueños

Veinte pasos hacia la mitad, tres para entrar, ocho subiendo las escaleras.
En la habitación una agitada respiración invade, la mano en la tranca.

El bolsito no cae, los pies húmedos aún, se desabrocha los zapatos y hacia la esquina de su cama uno de sus brazos se estira mágicamente a coger la herida, la pre-herida, el arma blanca de los sueños negros, la vía, la válvula...

Sus ojos se convierten en óvalos transparentes que reflejan la imágen de un árbol perdido en la nada, en un lugar oscuro, neblinesco, un lugar parecido a la esquina de su casa. De esa casa, sin casa, sin esquina, en sus ojos no hay nada.

Con el arma, sin zapatos, con bolsito, sin chaqueta, sin piel, llúvia ácida y corre hacia el árbol, a encontrarlo, a escarbar en los sueños, persiguiéndo la imágen, invento creativo de la mente más perversa, violadora de ilusiones.

Ciega roza el suelo, casi imperceptible entre la bruma, fantasmagórica, sin encontrar el árbol, girando dentro del huracan provocado por sus entrañas en todo lo que toca. La desesperación invade, los sueños se evaporan entre la lluvia que queda de una noche imaginaria, de un cielo plateado de una lluvia de navajas, y el árbol sigue sin aparecer. Como aire en las venas, como una inyección vacía.

El árbol, finalmente, en un lugar desconocido, un lugar ubicado tras las huellas del hilo de sangre que corre desde la esquina hasta su casa.

2 comentarios:

Nando dijo...

al parecer mis neuronas no han despertado del todo... o me falta contexto para comprender a cabalidad tus plabras, pero si reconozco una buena pluma y harto sentimiento en las ideas.

:P

bkn leerte y conocerte asi ;)

saludos!!!!!!!

Anónimo dijo...

ves que no se perdian?

Besos.